• Internet esta matando a la musica? Si, como era de esperar

    From Enric Lleal Serra@1:2320/100 to All on Mon Mar 14 08:26:52 2016
    �Hola All!


    Nuevamente, de la mano de la gente de JotDown[1], una interesante reflexi�n sobre la m�sica, sobre los oyentes, sobre la industria, todo contextualizado en

    una cocktelera. A ver qu� opinais...



    Ya no hay manera de relativizar el asunto con los supuestos beneficios colaterales; internet est� destruyendo la industria discogr�fica. Desde 1999 los ingresos no han dejado de caer. Son, m�s o menos, la mitad de lo que eran entonces. Esto es una ca�da enorme, supone que el 50% de todo un negocio ha desaparecido en tres lustros. �La paradoja? No se escucha menos m�sica que en 1999. Al contrario, se escucha bastante m�s. En 2015 se vendieron m�s singles que en cualquier a�o del periodo 1994-2002, considerado el de mayor apogeo de la industria discogr�fica en toda su historia. Eso supone unas veinte veces m�s

    singles vendidos, �que no es poco! Eso s�, la mayor�a de esas ventas son digitales y su margen de beneficio es muy, muy escaso. Peor a�n: los �lbumes en

    formato de CD siguen siendo la principal fuente de ingresos, pero sus ventas han ca�do, como poco, a un tercio de lo que fueron. En consecuencia, el balance

    de beneficios es hoy una tercera parte de lo que era hace quince a�os. Esto parece preocupar poco al p�blico, pero produce una merma considerable en la calidad de la nueva m�sica disponible. En el futuro, cuando estudien nuestro tiempo, quiz� se pregunten por qu� la creatividad musical sufri� un baj�n tan considerable con el cambio de siglo. La respuesta es simple: internet.

    M�sica grabada s�, pero a ser posible gratis

    El �nico sector de la industria musical en el que la facturaci�n ha aumentado es el de los conciertos. Incluso pese a la crisis. En la lista hist�rica de las

    veinte mayores giras seg�n su asistencia media de espectadores, solamente dos (Rolling Stones y Pink Floyd) fueron giras anteriores al a�o 2000. Y nada menos

    que ocho son posteriores al a�o 2009, cuando la crisis hab�a golpeado a todo el

    mundo. Adem�s los precios de las entradas no han dejado de subir. Dicho en otras palabras: la gente est� m�s dispuesta que nunca a pagar por una experiencia en vivo. Sin embargo, a ese mismo p�blico se le hace cuesta arriba pagar por el contenido musical en s�. Esto pone al negocio discogr�fico contra las cuerdas. Porque claro, la experiencia de un concierto no se puede descargar

    por internet, si alguien quiere vivirla tiene que rascarse el bolsillo. Sin embargo es muy f�cil descargarse cualquier disco.

    Dentro de los espect�culos, la vulnerabilidad frente a internet no es exclusiva

    del mundo musical, pero s� le ha afectado con particular crudeza. La industria del cine, en el mismo periodo de quince a�os, ha aumentado sus ingresos totales

    un 30%. La venta de entradas para ver pel�culas ha ca�do a causa de internet, esto es verdad, pero no tanto como para hundir los ingresos. En toda la historia del cine, el �nico competidor que realmente consigui� hundir los ingresos del cine fue la televisi�n: cuando en los a�os cincuenta empez� a haber televisores en las casas, la venta de entradas para el cine se peg� un batacazo del que nunca se recuper� del todo. Hoy mismo, en pleno 2016 y con un enorme crecimiento de la poblaci�n, el cine sue�a con llegar a vender el mismo n�mero de entradas que vend�a durante la Segunda Guerra Mundial. Aun as�, desde

    entonces el cine ha permanecido inc�lume frente a casi todo. El VHS, que produjo mucho miedo a la industria en su d�a, no tuvo un efecto decisivo sobre el cine, como tampoco la popularizaci�n de los ordenadores o del DVD. La pirater�a online ha hecho da�o, desde luego, pero por el momento no es una amenaza de muerte. La mejora en imagen y sonido de las salas sigue siendo algo con lo que la televisi�n o internet, al final, no pueden competir. No hasta el punto de llevarse todo el p�blico. La gente sigue queriendo ir al cine y paga por una experiencia que no se puede duplicar en casa, como sigue pagando por acudir a determinados conciertos o festivales.

    Y que, como dec�a, es m�s dif�cil colarse en un concierto que descargarse un disco. La actitud del p�blico es algo sobre lo que la industria musical ya no se enga�a. No esperan un gasto destinado a apoyar un bien cultural. Ni siquiera

    en directo. Quien piense que la gente paga entradas de conciertos para ayudar a

    sus artistas, que le eche un vistazo al extraordinario documental sobre el festival de la isla de Wight, celebrado en 1970. El promotor se dej� las pesta�as para tener all� a Jimi Hendrix, The Who, Miles Davis, The Doors, y una

    lista enorme de nombres importantes con la que ning�n festival actual puede so�ar. Pues bien, el per�metro de seguridad del recinto fue quebrantado, la gente que acampaba fuera y que no hab�a pagado entrada empez� a entrar en tropel. Se suele hablar de la violencia en el festival de Altamont como la muerte del sue�o hippie, pero lo de Wight (salvando el derramamiento de sangre,

    claro) no se qued� atr�s. Las c�maras registraron un momento absolutamente impagable: el promotor Rikki Farr, que tambi�n estaba actuando como presentador

    del festival, se acerc� al micro del escenario principal y, visiblemente alterado, pronunci� unas palabras inmortales: ��Hemos montado este festival para vosotros, cabrones, con un mont�n de amor! �Hemos trabajado durante todo un a�o para vosotros, cerdos! �Y ahora quer�is derribar las vallas y destruirlo

    todo? �Bien, pues idos al infierno!�. Al final, para evitar males mayores, termin� anunciando la apertura de puertas mientras hac�a el gesto de la paz con

    �Amazing Grace� sonando al fondo. La moraleja que el festival de Wight dej� para la posteridad es esta: si la gente puede evitar pagar por la m�sica, aunque para ello haya de perjudicar los intereses de la industria y de los propios m�sicos, lo har�. Y los promotores aprendieron una valiosa lecci�n, la seguridad es muy importante.

    Pero en internet la seguridad es mucho m�s dif�cil de mantener, sobre todo por cuestiones t�cnicas. Muchos (la mayor�a, espero) somos partidarios de un internet abierto y libre, donde los Gobiernos metan la mano lo menos posible. Sin embargo, para algunos negocios leg�timos esa falta de seguridad ha sido letal. De todos modos, el debate moral es algo que queda para el an�lisis personal de cada uno. Todos, o casi todos, hemos consumido material cultural pirata. Cada cual sabe por qu� y en qu� circunstancias. Pero insisto, no es mi intenci�n entrar en la cuesti�n �tica. Lo que s� interesa son los datos y en ese sentido hay poca discusi�n posible: internet est� matando a la industria musical, por estrangulamiento. Las cifras hablan por s� solas y est� por ver en

    qu� circunstancias habr� de afrontar su porvenir.

    La guerra de Napster: toda resistencia es in�til

    En 1999 se lanzaba al mundo un servicio llamado Napster, con el que cualquier usuario que pose�a la versi�n digital de una canci�n pod�a compartirla con otros mediante el P2P, intercambio directo de archivos entre internautas. En su

    d�a, recuerdo bien, hab�a no poca gente que defend�a la tesis de que compartir MP3 era una especie de ideal de justicia, por m�s que no se aplique a casi ning�n otro producto. Por ejemplo, a nadie se le ocurre que sea legal poder entrar en casa de un vecino y vaciarle la nevera. Porque claro, la comida no se

    puede clonar y le provocar�amos un serio perjuicio. Tampoco ir�amos a robarle una barra al pobre panadero. Pero �las discogr�ficas y los artistas? Bah, ya ganaban bastante dinero. Al contrario que una barra de pan, un MP3 pod�a copiarse indefinidamente, el que lo compart�a no perd�a su versi�n y eso hac�a que la gente se sintiera generosa. La industria, sin embargo, no lo ve�a tan claro. No se llevaba un d�lar de lo que circulaba por Napster. Es m�s, pensaba que iba a dejar de ganar mucho dinero por ventas que ya no se efectuaban. Los partidarios de Napster respond�an con iron�a, recordando las antiguas advertencias de que el casete virgen matar�a la industria musical. Pero el casete virgen no era gratis, hab�a que comprarlo, y hab�a que tener un equipo de m�sica que, al contrario que un ordenador, no serv�a para mil cosas m�s para

    amortizar la inversi�n de inmediato. Y un casete no se pod�a duplicar indefinidamente; la gente se grababa m�sica y le grababa m�sica a otros, pero despu�s de varias copias aquello perd�a mucha calidad, por lo que se intentaba tener acceso al disco o cinta original. Y muy importante: solamente pod�a grabarse m�sica de quien se ten�a cerca --amigos, familia-- pero no de cualquier persona en cualquier rinc�n del globo. Parad�jicamente, para mantener

    cierto nivel de pirater�a con sonido de cierta calidad, la gente necesitaba seguir comprando discos.

    Lo de Napster era distinto. Ya no hab�a l�mites para copiar m�sica, ni en cuanto a calidad ni en cuanto a geograf�a. As� que empresas, y de modo muy sonado ciertos artistas, declararon la guerra a Napster. Recordar�n que Metallica fueron unos de los m�s activos, tras descubrir que algunas de sus canciones circulaban por Napster incluso antes de haber sido editadas oficialmente. Por entonces muchos usuarios j�venes de internet se pusieron del lado de Napster, quiz� por una idea rom�ntica del intercambio cultural, o quiz�

    porque el portavoz de Metallica era Lars Ulrich, que no le cae bien a casi nadie. Tambi�n, todo hay que decirlo, porque la industria musical ten�a una merecida mala fama; los discos eran muy caros y las compa��as se enriquec�an con precios abusivos mientras, todos lo sab�amos, hab�a una larga tradici�n de artistas que no cobraban lo que merec�an. Sumemos que las entradas de conciertos eran cada vez m�s caras por la intromisi�n de empresas intermediarias; algunos recordar�n que en 1994 Pearl Jam demandaron sin �xito a

    Ticketmaster. Vamos, que estar contra la industria era casi una afirmaci�n pol�tica. Pero con mala fama o no, y por una vez en su vida, los argumentos de Ulrich y del propio negocio ten�an sentido: el disco es el producto fundamental

    del m�sico en el mercado y mecanismos como Napster amenazaban con inutilizar ese producto. Otros artistas como Dr. Dre iniciaron una campa�a como la de Metallica, y despu�s, ya con m�s medios legales, se sumaron las grandes discogr�ficas: Sony, Universal, Warner Bros, EMI y BMG. En febrero de 2001, cuando Napster alcanz� su m�xima difusi�n con ochenta millones de usuarios, el problema para la industria era considerable. Pod�a atribuirle millones y millones de d�lares en p�rdidas.

    Aun as�, los partidarios de Napster aseguraban que el intercambio libre pod�a beneficiar a la industria musical mediante la promoci�n gratuita. El ejemplo paradigm�tico fue la banda estadounidense Dispatch, una especie de Mano Negra en versi�n tr�o que, partiendo de la nada y sin el apoyo de los canales promocionales convencionales, llegaron a efectuar una gira con m�s de cien mil espectadores, todo gracias al boca a boca sobre su m�sica, en teor�a facilitado

    por el P2P. Hubo incluso algunos artistas consagrados que hablaron en t�rminos positivos de las posibilidades promocionales de Napster, que pensaban pod�a favorecer a los artistas independientes y las peque�as discogr�ficas frente a la maquinaria corporativa de las multinacionales, de las grandes radiof�rmulas,

    de la MTV y los dem�s gigantes del mainstream. El aura rom�ntica de Napster aumentaba en pa�ses como Espa�a, donde la SGAE, con ayuda de los Gobiernos, se empe�aba en imponer un t�trico canon universal sobre los soportes como el CD virgen. Pero ninguna de estas defensas de Napster, casi todas con car�cter m�s bien filos�fico o con un componente de cabreo justificado, pod�a esconder el hecho de que los usuarios de Napster se apropiaban de algo que no era suyo. Legalmente, al menos en la mayor parte de pa�ses, descargarse m�sica era el equivalente de robar y resultaba dif�cil maquillarlo. Napster no sobrevivi� al asalto. A �ltima hora intent� llegar a acuerdos con la industria para formalizar un servicio de pago con el que pudiese abonar su parte de derechos de autor, al modo de lo que hoy hace Spotify, pero era demasiado tarde: a las discogr�ficas se les hab�a metido entre ceja y ceja acabar con Napster a cualquier precio. El servicio de intercambio tuvo que cesar en julio del 2001. Sus partidarios no le retiraron sus simpat�as; todav�a recuerdo un art�culo del

    2003 en el que se hablaba de la ya difunta Napster como de una especie de Robin

    Hood abatido por el sistema, un sistema representado por las mal�volas (que lo son, pero por otros motivos) discogr�ficas multinacionales.

    El cese de servicio del Napster original fue una victoria p�rrica para la industria musical. El intercambio de archivos era ya una marea a la que no se pod�a poner diques y las ventas de discos continuaron cayendo. La multiplicaci�n de imitaciones de Napster con sistemas de intercambio cada vez m�s sofisticados tambi�n pon�a dif�cil el control t�cnico-legal. Aunque no hab�an querido tratar con Napster, las compa��as discogr�ficas entendieron finalmente que se estaban quedando sin salidas. Pod�an malgastar tiempo y recursos intentando detener lo inevitable, o pod�an tratar de salvar alg�n mueble del incendio, sacando provecho del formato digital con ayuda de nuevos actores. En 2003, Apple lanz� la tienda de m�sica de iTunes, mostrando el camino que se pod�a seguir. En 2008 apareci� Spotify, que ha ido probando diferentes sistemas de monetizaci�n. Esto no detuvo la sangr�a, desde luego. En

    2003, cuando se lanz� iTunes, la industria discogr�fica estadounidense facturaba once mil millones de d�lares, y diez a�os despu�s esas ventas ya hab�an ca�do a siete mil millones. Las ventas de singles digitales, mucho menos

    rentables, sobrepasaban por m�s de un tercio a los CD. Pero incluso de manera legal es dif�cil rentabilizar la m�sica en internet. Las plataformas que trataban de cumplir con sus obligaciones econ�micas hacia los artistas (Spotify) empezaron a pasarlo mal, o realmente nunca llegaron a tener beneficios que superasen las p�rdidas.

    Nuevos usos, viejos problemas

    Spotify o YouTube pusieron de manifiesto otro fen�meno entre quienes recurr�an a internet para buscar m�sica: una buena parte de ellos prefieren escuchar m�sica online sin tener que descargarla, b�sicamente por cuestiones de comodidad. As� que el streaming ha sustituido a la descarga. Esto tiene un lado

    buen y uno malo. El lado bueno es que facilita que la pirater�a sea atemperada por sistemas que funcionan mediante cuotas de suscripci�n y descarga, o mediante publicidad. La gente paga poco, o paga indirectamente, y recibe un cat�logo musical cada vez m�s extenso. Sin embargo, la rentabilidad es muy, muy

    baja. En algunos casos, como el mencionado de Spotify, no hay rentabilidad sino

    p�rdidas. Y cuando hay ganancia, quienes se benefician de ello, adem�s de los proveedores de internet y empresas tecnol�gicas varias, son los de siempre: las

    grandes discogr�ficas.

    Lo de la plataforma YouTube es un tema ambiguo. En realidad se ha convertido en

    la gran herramienta de promoci�n que Napster, seg�n algunos, pudo llegar a haber sido; muchos artistas y discogr�ficas abrieron sus perfiles oficiales en YouTube para aprovechar ese potencial publicitario. Incluso ha habido artistas,

    pocos, que han alcanzado la fama internacional gracias a YouTube. Pero no deja de funcionar como una plataforma de intercambio, y continuamente vemos artistas

    que retiran su cat�logo de YouTube. Otros, como Prince, tienen equipos dedicados a eliminar cualquier rastro de su m�sica. Sin embargo, el que YouTube

    fuese adquirida por Google facilit� que la industria musical tuviese m�s cuidado a la hora de atacar. Pero no piensen que no despierta recelos entre las

    discogr�ficas; los despierta, y muchos, solo que no es un blanco d�bil. Lo que para algunos era una extravagancia de Prince se est� demostrando como un rasgo de clarividencia, y la industria musical mira a YouTube de reojo; incluso aunque la plataforma quiera colaborar, aunque suponga una gran herramienta de promoci�n, no deja de ser otro de los motivos por los que el negocio del disco se va hundiendo a�o tras a�o.

    Hablando de blancos d�biles, muchos recordar�n cuando Taylor Swift, en una sonada maniobra, decidi� retirar su cat�logo de Spotify porque consideraba que la plataforma no estaba ofreciendo la debida compensaci�n econ�mica. El presidente de Spotify respondi� a esto de manera muy razonable, defendiendo el derecho de los artistas a recibir la justa compensaci�n por su trabajo pero record�ndole a Swift que Spotify estaba pagando enormes cantidades de dinero a las discogr�ficas en concepto de derechos de autor. Hasta Bono, cantante de U2,

    sali� en defensa de Spotify. Y lo cierto es que esa plataforma siempre ha intentado hacer las cosas bien, por lo legal y cumpliendo con las normas. El problema es que est� pas�ndolo muy mal a la hora de convertir su proyecto de difusi�n legal de m�sica en algo rentable, porque sus p�rdidas contin�an creciendo m�s que sus ingresos. �La gran paradoja? Que los artistas no reciben los derechos que consideran justos. �Por qu�? Pues lo de costumbre: las grandes

    discogr�ficas se quedan todo lo que pueden. Porque contin�an siendo los principales tiburones de la industria musical. Quienes en tiempos de Napster defend�an la idea de que internet favorecer�a a los artistas independientes y a

    las compa��as peque�as ya saben que estaban equivocados. Las grandes discogr�ficas son las que siguen teniendo el poder de negociaci�n, de promoci�n, de canalizaci�n de su producto. Es verdad que han sufrido mucho por causa de internet. En 1999 hab�a seis compa��as discogr�ficas que pudi�ramos considerar grandes: Universal, Sony, Warner, EMI, Polygram y BMG. Hoy quedan solamente tres, porque Sony se fusion� con BMG, Universal compr� Polygram y EMI

    quebr� a causa de sus malas pol�ticas, siendo sus restos absorbidos tambi�n por

    Universal. S�, han sufrido como ha sufrido todo el negocio musical. Pero, dentro de �l, contin�an cortando el pastel. Aunque haya muchas compa��as medianas o peque�as, las tres grandes todav�a se reparten bastante m�s de la mitad del negocio discogr�fico. Por este orden y redondeando cifras: Universal (30%), Sony (20%), Warner (15%). El resto del mercado, un 35%, se lo reparten todas las dem�s discogr�ficas, a las que llamamos �independientes� aunque algunas ya se parecen m�s de la cuenta a sus hermanas mayores.

    As� que las grandes discogr�ficas contin�an teniendo mucho poder y contin�an abusando de sus artistas, aunque algunos de ellos, como la p�nfila de Taylor Swift, se empe�en en culpar a Spotify (ya sea por iniciativa propia o actuando como t�teres de su compa��a discogr�fica). Siguen teniendo los mismos escr�pulos de costumbre. O sea, pocos. Muchas veces, las discogr�ficas que lanzan artistas a lo grande deducen los gastos de promoci�n, producci�n, grabaci�n, montaje de giras, videoclips y todo lo que se les ocurra de los futuros honorarios de esos artistas. Despu�s se quedan con una buena parte de los derechos de autor, como hemos visto en el caso de Spotify. Al final, hay artistas que no empiezan a ganar dinero hasta que han satisfecho su deuda con la discogr�fica, o que pueden enfrentarse a demandas millonarias en caso de romper contrato; que se lo digan a Jared Leto y su banda 30 Seconds to Mars: despu�s de haber vendido millones de discos, �todav�a le deb�a millones de d�lares a sus jefes! Hay cosas que no cambian. Aun as�, por malvadas que sean las discogr�ficas, y no hay forma bonita de decir esto, la mayor parte de culpa

    de lo que est� pasando la tiene el p�blico.

    El p�blico y la calidad

    El p�blico no gasta menos en m�sica grabada porque su presupuesto cultural se haya ido completamente al garete. De acuerdo, el poder adquisitivo de las personas se ha visto muy da�ado por la crisis, en unos pa�ses m�s que en otros.

    En Espa�a poca gente puede gastar mucho en cultura. La media anual por persona se estima en doscientos sesenta euros. Lo cual es poco, unos veinte euros al mes. S�, en Espa�a estamos jodidos; ni brotes verdes ni azules. En Estados Unidos, alguien de entre diecicocho y treinta y cuatro a�os gasta una media de setecientos cincuenta d�lares anuales en cultura, lo cual es bastante m�s. Pero

    la cuesti�n no es solamente cu�nto tiene la gente para gastar, sino en qu� lo gasta. Y la mayor�a del gasto cultural estadounidense se va en televisi�n de pago, mientras la m�sica est� a la par con los videojuegos (de los libros ya ni

    hablamos, si no queremos echarnos a llorar). En otros pa�ses avanzados sucede algo parecido, y la m�sica se lleva menos dinero cuanto m�s bajo es el poder adquisitivo. El p�blico prefiere pagar por ver televisi�n que por escuchar m�sica, esto es as�. Y cuando paga por la m�sica, prefiere gast�rselo en entradas de conciertos que en obras publicadas.

    Lo que la era internet ha puesto de manifiesto es que el p�blico es musicalmente perezoso. YouTube lo ilustra mejor que ninguna otra cosa. En YouTube hay v�deos musicales de muchos artistas de todos los g�neros imaginables. Entiendo que la industria musical puede sentirse recelosa porque YouTube es b�sicamente Napster II, pero tambi�n les dir� que gracias a esa plataforma he podido escuchar cosas a las que nunca antes hab�a tenido acceso. Esa es la parte buena de internet: elimina la frustraci�n de ir en tienda en tienda buscando un disco y que te digan que est� descatalogado (�recuerdo mi indignaci�n cuando aqu� se descatalogaban discos de Johnny Winter!) o que directamente jam�s lleg� a publicarse en tu pa�s. Internet tambi�n permite que,

    no s�, un tipo como Brushy One String alcance la popularidad con sus maravillosas canciones. Aunque sospecho que Brushy --cuya m�sica me parece leg�timamente genial-- no hubiese llamado la atenci�n de no tener la peculiaridad de poseer una guitarra con una sola cuerda. Pero, bueno, me alegra

    que pasen estas cosas. Lo malo es que son habas contadas. El viejo sue�o de que

    los peque�os artistas se har�an m�s f�cilmente famosos se ha quedado en agua de

    borrajas. En general, los n�meros no enga�an: en YouTube la gente escucha sobre

    todo la m�sica que promocionan las grandes compa��as. Y estas se han dado cuenta de que resulta mucho m�s f�cil comercializar estrellas prefabricadas para moldear los gustos del p�blico que confiar, como anta�o, en encontrar una pepita de oro en el r�o. Es cierto que siempre hubo artistas prefabricados y con esto no quiero decir que no tengan ning�n talento o cualidad, sino que est�n dirigidos a un estilo decidido no por el artista sino por la discogr�fica. Pero lo de rebuscar en busca de talentos con capacidad de sacudir

    los cimientos del mundo cultural es un arte perdido.

    Antes la discogr�ficas ya daban por supuesto que su principal p�blico, el juvenil, se iba a decantar de repente por fen�menos que nadie en la propia industria hab�a podido prever. Algunos de esos fen�menos ten�an, adem�s de la capacidad para galvanizar a los j�venes, una calidad intr�nseca que los convert�a en instancias culturales a tener en cuenta. Sucedi� con Elvis Presley, con los Beatles, con el hip hop, con el grunge y con muchas otras cosas. Como nadie en la industria quer�a pasar a la historia como el nuevo Dick

    Rowe, el hombre que rechaz� contratar a los Beatles, las discogr�ficas invert�an tiempo y dinero en encontrar a nuevos artistas. Piensen en Nirvana, por ejemplo. Un grupo underground que hab�a publicado un disco en una compa��a independiente, por entonces desconocida, llamada Sub Pop. Es posible que Nirvana nunca hubiesen llegado a ninguna parte si no hubiesen fichado por una discogr�fica mayor, Geffen, que les permiti� grabar su segundo �lbum con mucho mejores medios y, por lo tanto, un mejor sonido. Aunque hubo quien pens� que Nevermind sonaba demasiado �pulcro� en comparaci�n con el primer disco, no cabe

    duda de que sin ese refinamiento en la grabaci�n y sobre todo sin la debida promoci�n no hubiesen provocado el mismo impacto generacional. Lo mismo sucedi�

    con Guns N' Roses y su Appetite for Destruction, por citar otro bombazo de la misma �poca. Eran grupos peque�os en popularidad al principio, pero talentosos,

    a los que se ofreci� un buen presupuesto para grabar y promocionarse. Funcionaron y lo amortizaron. Seguro, hubo otros que no consiguieron amortizarlo, pero as� es el espect�culo: unas veces se gana y otras veces se pierde. En Hollywood ya cuentan que el beneficio de unas pel�culas sirve para pagar las p�rdidas de otras.

    Las diferencias entre aquellos tiempos y el presente son dos, y ambas tienen que ver con internet. Primero, las compa��as ya no tienen tanto dinero, as� que

    han recortado gastos a la hora de buscar y promocionar nuevos artistas salidos de la calle. No arriesgan. Y tampoco esperan que se produzca un s�bito movimiento juvenil que amortice la inversi�n. Internet, adem�s de cambiar la comercializaci�n de la m�sica, ha canalizado las ansias juveniles hacia otras v�as (redes sociales, videojuegos, etc.), y por lo tanto la m�sica ha dejado de

    ser el gran escape, el lugar donde buscar una identidad propia, el veh�culo de grandes explosiones generacionales. Desde el grunge no se ha vuelto a producir un fen�meno musical de tan grandes dimensiones, que est� adem�s apoyado en todo

    un torbellino de inter�s medi�tico y sociol�gico. S�, est� Justin Bieber, pero siempre hubo un Bieber para cada �poca, desde Leif Garrett a Spice Girls, o quien quieran ustedes imaginar. Lo que no ha vuelto a haber son unos Nirvana. Es posible que en alg�n lugar del mundo haya un Kurt Cobain esperando ser descubierto. Seguro que lo hay, pero, tal y como est�n las cosas, no puede confiar en que alguien vaya a poner dinero para que grabe su propio Nevermind. Y, tal como se relaciona el p�blico con YouTube, es dif�cil que llegue a conseguirlo. Si cito el ejemplo de Nirvana es para recordar precisamente que el

    disco de su explosi�n no lo grabaron en su casa, ni fue promocionado con fotocopias. Estaban en una multinacional y necesitaron el escaparate de la MTV y algunos otros grandes medios. Tarde o temprano, y m�s si ofrece un producto que proviene del underground, un artista necesita un trampol�n para el �xito. No puede hacerlo solo. Ni puede esperar llegar lejos grabando en su casa. No digo que no pueda ocurrir, pero es algo excepcional. Hasta los a�os cincuenta la gente grababa con uno o dos micr�fonos colgando del techo, s�. Muchos cl�sicos se han grabado de forma incre�blemente rudimentaria. Y algunos hemos llegado a amar el sonido �cutre� de aquellos discos porque hemos crecido escuch�ndolos como son, pero no nos enga�emos, esa presentaci�n ya no es aceptable en la industria musical. La gente dispone en sus casas de una tecnolog�a avanzada, pero todav�a hoy grabar un disco con buen sonido requiere mucho dinero. Piensen que un productor, un t�cnico, un ingeniero de sonido que de verdad sepan obtener un sonido de primer nivel son gente cuyo trabajo ha de pagarse, y que adem�s necesitar�n trabajar con material de primera l�nea. Todo esto supone mucho dinero. La promoci�n supone m�s dinero todav�a.

    Por supuesto, siguen existiendo sectores del p�blico que mantienen circuitos minoritarios, como el jazz o la m�sica cl�sica (o incluso el rock cl�sico, que lleva camino de convertirse en algo minoritario tambi�n), que han notado menos el impacto, pero sobre todo porque su principal actividad son conciertos y festivales. Son estilos de m�sica que nunca esperaron vender muchos discos o hacerse muy grandes. Quitando las grandes giras de artistas de rock, que para colmo son muy veteranos (Stones, AC/DC, Springsteen, etc.), no dan como para que la industria discogr�fica se apoye en ellos para salvar los muebles. Por cada m�sico que consiga la popularidad con algo que ha grabado en su casa y ha colgado en YouTube, hay cientos, miles, que no lo conseguir�n jam�s. Ahora ya ni sue�an con la posibilidad de que un agente los vea en alg�n concierto y los contrate. Las compa��as m�s peque�as sobreviven y usan internet como herramienta, pero como las grandes ya no arriesgan, el �ascenso� de los artistas es cada vez m�s dif�cil. Y si no arriesgan las grandes compa��as, no arriesgan las grandes radios ni los grandes programas musicales de TV. As�, se ha conseguido el efecto parad�jico de que a mayor cantidad de m�sica disponible

    y gratuita, el p�blico parece aferrarse m�s a cosas mayoritarias. Quiz� porque entre tanto est�mulo es casi imposible captar la atenci�n con cosas nuevas. Un grupo peque�o ha de competir en el entorno digital con la publicidad de las grandes compa��as, los contenidos virales, con los youtubers, con las series de

    TV, con los juegos, incluso con la pornograf�a. Todo en un mismo �mbito. Y la atenci�n del p�blico es limitada. No s� cu�nto m�s se puede agudizar el proceso, pero es muy posible que dentro de varias d�cadas la gente mire hacia atr�s y diga que, terminado el siglo XX, empez� a haber cada vez menos artistas

    interesantes. Y tendr�n raz�n, porque la maquinaria que anta�o los descubr�a y promocionaba se est� viniendo abajo. La industria musical ten�a que elegir entre supervivencia y calidad, y ha elegido lo primero. Eh, el p�blico manda, y

    como se suele decir: el cliente siempre tiene la raz�n.


    [1]http://www.jotdown.es/2016/03/internet-esta-matando-la-musica-si-como-era-de

    -esperar/

    -
    A reveure!!
    Enric
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