El terrorismo ha logrado uno de sus prop�sitos fundamentales: que la posibilidad de morir violentamente, descerrajado por una bomba en el metro o tiroteado al azar en una terraza, se haya convertido para cualquiera de nosotros en un gaje del oficio de la vida. Hay que aceptarlo con cierto estoicismo: la barbarie yihadista le ha encontrado las vueltas a la democracia.

Es curioso c�mo el mundo occidental ha tenido la suficiente inteligencia colectiva para crear el m�s refinado de los sistemas pol�ticos y sociales y al mismo tiempo es capaz de desplegar la estupidez necesaria para no saber defenderlo con eficacia. Admit�moslo: somos v�ctimas de nuestra propia debilidad y podemos perecer por ella. Pero lo que de ning�n modo podemos admitir es que seamos encima culpables, siquiera remotos, como pretende cierta izquierda. Esa izquierda tuerta, sectaria, ignorante, de un fanatismo hemipl�jico, que cree que el fundamentalismo isl�mico es la nueva expresi�n, planetaria y radical, de la lucha de clases.

Todos esos tipos que en su infinita necedad sostienen que la violencia islamista es una respuesta a la agresi�n imperialista de Occidente, o la incapacidad europea para integrar a unos inmigrantes que se resisten a ser integrados, comparten en el fondo el mismo odio que sienten los terroristas a los valores de la sociedad abierta. Esa sociedad generosa que les permite desplegar su mentecato discurso de simpleza ideol�gica. Con una diferencia: los

terroristas no se sienten culpables. No tienen ning�n remordimiento por su furor liquidacionista. Y no hacen distingos en su designio exterminador, que por indiscriminado afecta tambi�n a los comprensivos defensores de su legitimidad moral o de sus supuestas causas atenuantes. Y se los piensan llevar

por delante del mismo modo.

Por eso esta clase de izquierda, o de extrema izquierda, es la m�s est�pida de Europa. Porque en su rencor antisistema tiende a empatizar con los enemigos de la civilizaci�n de la que forma parte. Porque en su cerraz�n resentida no comprende que ella tambi�n es el objetivo de un proyecto de destrucci�n global que la incluye. Porque en su indigencia doctrinaria confunde los motivos de su propia animadversi�n al capitalismo con las ra�ces de una guerra de religi�n iluminada por principios medievales. Porque ni siquiera percibe la incompatibilidad radical de su pensamiento (�) laico con el delirio fundamentalista. Porque en su c�smica torpeza dogm�tica identifica en el enemigo un vago parentesco en vez de una amenaza.

Esta guerra la podemos perder por desidia, por ineptitud, por pusilanimidad, por timidez. La Historia est� llena de casos as�, de civilizaciones superiores que declinan dormidas en su confortable ensimismamiento. Puede ocurrir. Pero al

menos debemos saber que llevamos raz�n. Lo que resulta de un entreguismo insoportable es morir creyendo que nos lo merec�amos

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Esta guerra la podemos perder por desidia, por ineptitud, por pusilanimidad,
por timidez.

...o por venderle material militar al enemigo. Ya es casualidad, con todo lo que est� pasando, que el a�o pasado se batiese el r�cord hist�rico de ventas de

armamento a Arabia Saud�... (y, por cierto, ya que hablamos del tema, no est� de m�s recordar que el gobierno del PP sigue vendi�ndole material militar a Venezuela...).

http://politica.elpais.com/politica/2016/01/25/actualidad/1453710629_940915.htm l

http://www.europapress.es/nacional/noticia-espana-vendio-venezuela-material-def ensa-valor-mas-13-millones-euros-20160125180041.html



Marcos Pastor Calvet

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