• 90.000 toneladas de diplomacia

    From Enric Lleal Serra@1:2320/100 to All on Wed May 11 08:49:02 2016
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    �Hola All!

    Hace a�os me invitaron a un desfile de moda sobre la cubierta de un portaaviones americano atracado en la base naval de Coronado, en California. El

    desfile, coordinado por un dise�ador de Los Angeles que insist�a en llamarme �Cristina� en todos sus emails, formaba parte del programa de actividades que la Marina de los Estados Unidos organiz� durante un fin de semana para las familias de los Navy Seal que viven en la base.

    Nunca fui al desfile y no recuerdo el porqu�, pero s� recuerdo el argumento con

    el que el dise�ador me intent� convencer de que aceptara su oferta. �Los Navy Seal est�n muy fuertes y all� habr� muchos de ellos�. A veces me imagino al hombre tir�ndole los tejos al Navy Seal equivocado y siendo lanzado a un kil�metro o dos de distancia con la catapulta de vapor de la cubierta del portaaviones. Si esas catapultas son capaces de lograr que un avi�n de combate de quince toneladas levante el vuelo en menos de cien metros de pista, es f�cil

    imaginar lo que pueden hacer con un dise�ador.

    En realidad, mi fantas�a es benevolente. Los nuevos portaaviones de la clase Gerald R. Ford, los m�s avanzados del mundo y cuya primera unidad entrar� en servicio este mismo a�o, no est�n equipados con catapultas de vapor sino con las mucho m�s eficaces catapultas electromagn�ticas (EMALS). Probablemente capaces de lograr que el dise�ador catapultado aterrice en Pap�a Nueva Guinea.

    Por mi lado, eso es lo m�s cerca que he estado jam�s de un portaaviones.

    �Cu�ntas Victorias de Samotracia hacen falta para hundir un portaaviones?

    En 1908, el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti escribi� uno de los poemas

    m�s bellos y extra�os del siglo XX. �l lo llam� Manifiesto Futurista y con ese nombre ha pasado a la historia del arte.

    En ese poema, Marinetti escribi� cosas como:

    Queremos glorificar la guerra --�nica higiene del mundo--, el militarismo,
    el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas.

    Aunque el fragmento m�s conocido del Manifiesto Futurista es este:

    Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza
    nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su cap�
    adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo...
    un autom�vil rugiente que parece que corre sobre la metralla es m�s bello
    que la Victoria de Samotracia.

    Algunos han visto en el Manifiesto Futurista de Marinetti un precursor ideol�gico del fascismo cuando m�s bien lo es de Mad Max. En realidad, todas las vanguardias art�sticas han sido totalitarias. Ni el cubismo ni el dada�smo ni la m�sica concreta fueron menos fascistas que el futurismo. �O acaso existe algo m�s fascista que la negaci�n de la naturaleza humana? La misma palabra �vanguardia� proviene del lenguaje militar y un manifiesto no es m�s que una declaraci�n de guerra.

    El 19 de febrero de 2016, ciento ocho a�os despu�s de la redacci�n del Manifiesto Futurista, Tsevan Rabtan escribi� esto:

    En la cumbre de la civilizaci�n est�n esas m�quinas perfectas, como el LHC
    o la Filarm�nica de Berl�n.

    Dice Steven Pinker en La tabla rasa que el arte es el producto de tres adaptaciones evolutivas:

    1. El ansia de estatus social.
    2. El placer est�tico de experimentar objetos adaptativos.
    3. La capacidad de dise�ar artefactos para conseguir los fines deseados.

    Seg�n esta definici�n, el acelerador de part�culas LHC y la Filarm�nica de Berl�n son, adem�s de �m�quinas perfectas y cumbre de la civilizaci�n�, arte.

    Esta �ltima frase hay que entenderla bien. Lo que es arte no es solo lo que esas m�quinas producen (ciencia en el caso del LHC y m�sica en el de la Filarm�nica de Berl�n) sino tambi�n la m�quina en s� misma, independientemente del fin para el que fue creada.

    Y es en este sentido en el que tambi�n son arte los portaaviones. Esas obras maestras de la ingenier�a naval tan merecedoras de figurar en la cumbre de la civilizaci�n humana como el LHC o la Filarm�nica de Berl�n.

    Lo que diferencia al LHC o la Filarm�nica de Berl�n de un portaaviones es que lo que este produce (muerte) no suele ser considerado arte. Aunque nadie podr� negar que desde un punto de vista estrictamente est�tico, e incluso humanitario, hay maneras y maneras de morir. Solo hay que comparar la estilizada muerte del militante del DAESH que es volatilizado por el misil de un dron MQ-1 Predator estadounidense con la munici�n viva que los cruzados utilizaron en 1099 durante el asedio de Jerusal�n (el procedimiento consist�a en capturar a un musulm�n y catapultarlo por encima de las murallas).

    Durante la cruzada albigense, m�s de cien a�os despu�s, las cosas se hab�an civilizado un poco: ya no se catapultaba a los prisioneros vivos por encima de la muralla sino solo sus cabezas. O sus cad�veres en el caso de que hubieran muerto de peste o de cualquier otra enfermedad altamente infecciosa: la guerra bacteriol�gica es m�s vieja de lo que solemos pensar.

    (S� lo que est�n pensando. Lanzar seres humanos vivos con una catapulta no es especialmente �til si lo que se pretende es derribar murallas o edificios de piedra. Pero p�nganse en la piel de un sitiado que ve volar a su gimoteante primo hasta espachurrarse en el minarete de la mezquita. La estampa --y nunca mejor dicho-- deb�a de resultar profundamente desmoralizadora. Y ese, el de la moral, es un detalle importante. De ah� la antigua costumbre de pintar de rojo las cubiertas de los nav�os de la armada brit�nica: para disimular la sangre de

    los ca�dos y no deprimir a los que a�n continuaban en pie.)

    Pero volviendo a los portaaviones

    Los portaaviones no son ni por asomo los mayores barcos jam�s construidos. Los de la clase Ford, que se bastar�an por s� solos para arrasar sin excesivos problemas los ej�rcitos de la mayor�a de los pa�ses de este planeta, miden un campo de f�tbol menos que el Seawise Giant, el mayor petrolero jam�s construido. Aunque lo que diferencia a ambos buques no es tanto su longitud como su desplazamiento en m�xima carga (el peso del buque cargado hasta el l�mite de su capacidad): ciento diez mil toneladas para el Gerald R. Ford por las casi seiscientas cincuenta mil del Seawise Giant.

    Portaaviones son tambi�n, por ejemplo y sin ir m�s lejos, los Destructores Estelares de La guerra de las galaxias:

    O la Battlestar Galactica:

    O el USS Flagg de la l�nea de juguetes GI JOE (cuyo dise�o se basa en los portaaviones de la clase Nimitz):

    O los Helitransportes de SHIELD de los c�mics de la Marvel, que no pasar�an de la fase de boceto previo en la escuela de ingenieros del ej�rcito porque su cubierta de vuelo en �ngulo, esa en la que se supone que aterrizan los aviones,

    empieza en una tobera y acaba en una gigantesca h�lice. Un solo error en el �ngulo de entrada en pista y acabas incrustado en la tobera. Un solo error en la maniobra de anclaje durante el aterrizaje y acabas triturado por la h�lice. Y el Helitransporte, a pique en cualquiera de los dos casos.

    En algo s� acierta el dise�o del Helitransporte y es, precisamente, en su cubierta de vuelo en �ngulo con respecto al eje central del nav�o. Su ventaja es doble. En primer lugar, la cubierta en �ngulo permite operaciones simult�neas de despegue y aterrizaje (se aterriza en la pista en �ngulo, entrando desde la popa, y se despega desde la pista de proa). Y, en segundo lugar, permite que los aviones que fallan en el anclaje aborten la operaci�n y remonten de nuevo el vuelo sin poner en peligro el resto de aparatos estacionados sobre la cubierta.

    Los portaaviones son los dinosaurios de las naves espaciales

    Es posible que la civilizaci�n humana se extinga antes de que podamos construir

    naves espaciales como las de La guerra de las galaxias. Pero si esas m�quinas llegan alg�n d�a a hacerse realidad, los portaaviones del siglo XX ser�n sin duda considerados como sus antepasados remotos.

    La diferencia entre un Destructor Estelar y un portaaviones moderno es la potencia de fuego. Los portaaviones no est�n dise�ados para arrasar ciudades o nav�os enemigos a ca�onazos sino como bases m�viles. Un portaaviones proyecta fuerzas de combate a�reo a grandes distancias pero no ejerce esa fuerza por s� solo. De eliminar a cualquiera que intente acercarse al portaaviones se encarga

    su grupo de ataque, que normalmente est� compuesto por el mismo portaaviones, un crucero de misiles, dos buques portahelic�pteros especializados en guerra submarina, dos destructores o tres fragatas, un n�mero indeterminado de submarinos nucleares y otros barcos de apoyo (como un buque cisterna).

    Los primeros antepasados de los portaaviones modernos fueron los barcos portaglobos. Los portaglobos no eran nav�os de ataque (aunque los austr�acos intentaron bombardear Venecia con un globo lanzado desde uno de estos barcos). Su objetivo era ampliar al m�ximo el campo de visi�n de su ej�rcito. Los buques

    portaglobos tuvieron una vida corta y desaparecieron a principios del siglo XX.

    Pero los padres de los portaaviones modernos son sin lugar a dudas los portahidroaviones. El primer hidroavi�n fue construido en 1910 y apenas un a�o despu�s apareci� el primer barco capaz de transportarlos. Los hidroaviones eran

    depositados y retirados del agua con una gr�a.

    El primer barco de la historia que llev� a cabo un ataque con hidroaviones fue el japon�s Wakamiya en 1914, durante la I Guerra Mundial. Pocos a�os despu�s se

    invent� una catapulta capaz de lanzar el hidroavi�n desde la plataforma de despegue del barco. Muchos de esos portahidroaviones fueron reciclados como portaaviones durante la II Guerra Mundial.

    La mayor batalla naval de la historia

    La primera gran batalla naval protagonizada por portaaviones tuvo lugar entre el 4 y el 7 de junio de 1942 cerca de la isla de Midway, en el centro del oc�ano Pac�fico.

    En junio de 1942, la flota japonesa, a las �rdenes del almirante Isoroku Yamamoto, dominaba casi por completo el Pac�fico. Seis meses antes, un ataque sorpresa contra la base de Pearl Harbor hab�a hundido o inutilizado todos los acorazados estadounidenses all� atracados. Por suerte para los americanos, los tres portaaviones de su flota se encontraban lejos de Hawai en el momento del ataque. Si Jap�n los hubiera hundido habr�a ganado la II Guerra Mundial en el escenario del Pac�fico. Aunque ahora pueda parecer ciencia ficci�n, la posibilidad de que el ej�rcito japon�s pusiera pie en tierra en Seattle o en las playas de California y conquistara EE. UU. era perfectamente imaginable en 1942.

    Diez d�as despu�s del ataque a Pearl Harbor, las autoridades estadounidenses pusieron al mando de toda la flota del Pac�fico al almirante Chester Nimitz. Pocas semanas despu�s, un mensaje interceptado por los americanos permiti� averiguar que los japoneses se preparaban para atacar Midway. Yamamoto contaba con cuatro portaaviones para el ataque y doscientos cuarenta aviones. Los americanos solo contaban con dos portaaviones y medio. El medio era el Yorktown, que hab�a resultado muy da�ado tras un ataque reciente en el mar del Coral.

    Conociendo que el objetivo japon�s era Midway, Nimitz situ� su flota a unos quinientos kil�metros al norte de la isla. Mientras esperaban la llegada de los

    nav�os de Yamamoto, Nimitz y los almirantes Fletcher y Spruance recibieron el aviso de que otra flota japonesa se dirig�a hacia las islas Aleutianas, dos mil

    kil�metros al norte de Midway. El dilema de Nimitz era evidente: si proteg�a las islas Aleutianas enviando hacia all� a su flota o parte de ella, los japoneses se har�an f�cilmente con Midway, que ten�a un valor estrat�gico muy superior. Nimitz decidi� no responder al obvio se�uelo japon�s y continuar con su plan inicial de esperar agazapado.

    Ciento ocho aviones japoneses iniciaron la batalla atacando la isla de Midway, que apenas pudo defenderse. Yamamoto cre�a en ese momento, err�neamente, que la

    flota americana se encontraba en Pearl Harbor. Poco despu�s, un avi�n de reconocimiento descubri� la flota americana a apenas trescientos kil�metros de la posici�n de la japonesa, lo que implicaba la p�rdida del factor sorpresa para Nimitz.

    Pero entonces la suerte se ali� con los americanos. El almirante japon�s Nagumo

    pec� de prudente (la cultura militar japonesa no estimula precisamente el riesgo y la iniciativa) y Fletcher, en cambio, orden� atacar de inmediato con todos los aviones disponibles. El ataque americano fue ca�tico y tuvo un alto coste en aparatos derribados pero satur� las defensas del enemigo y permiti� que los aviones llegaran a la flota japonesa en el peor momento posible para ella: justo en el preciso instante en que el personal de los cuatro portaaviones nipones retiraba las bombas destinadas al segundo y definitivo ataque sobre la isla de Midway para sustituirlas por los torpedos con los que pretend�an hundir la flota enemiga. Bombas y torpedos se amontonaban en la cubierta de los portaaviones junto a los cazas cargados de combustible cuando los aviones americanos lanzaron sus propias bombas. El ataque provoc� devastadoras explosiones en cadena.

    Los cuatro portaaviones japoneses fueron hundidos por los norteamericanos. Tres

    de ellos en apenas seis minutos. El cuarto, el Hyryu, no lo hizo hasta el d�a siguiente, con m�s de cuatrocientos hombres a bordo y el contralmirante Yamaguchi atado al puente. Los japoneses perdieron m�s de tres mil hombres en la batalla. Los americanos, trescientos.

    Con la batalla decidida, un submarino japon�s hundi� el Yorktown, muy da�ado tras el ataque de los aviones japoneses, y revent� el destructor Hamman, encargado de protegerlo durante su retirada. Fue un �ltimo arrebato de orgullo.

    En realidad, tras su victoria en Midway, EE. UU. era el virtual ganador de la II Guerra Mundial tambi�n en el escenario del Pac�fico.

    Construyeron una m�quina de matar de cien mil toneladas y lo que pas�
    despu�s te sorprender�

    No hay discusi�n posible. El mejor eslogan de la historia de la publicidad es el de la empresa aeroespacial y de defensa estadounidense Northrop Grumman: �Noventa mil toneladas de diplomacia�.

    Northrop Grumman es la empresa responsable del dise�o de los nuevos portaaviones de la clase Gerald R. Ford. El primer nav�o de la clase Ford, el USS Gerald R. Ford (CVN 78), navegar� este a�o los mares. El segundo, el USS John F. Kennedy (CVN 79) lo har� en 2020. Los Gerald R. Ford miden setenta y seis metros de alto por trescientos treinta siete de eslora, desplazan cien mil

    toneladas y transportan hasta noventa aviones de combate. Los Gerald R. Ford han sido dise�ados para mantener un ritmo de ciento sesenta salidas de combate durante treinta d�as seguidos y un m�ximo de doscientas setenta en un solo d�a,

    aunque estimaciones m�s modestas sit�an esas cifras en ciento veinte y doscientas cuarenta.

    En realidad, portaaviones, lo que se dice portaaviones, solo lo son los americanos de la clase Nimitz (y desde este a�o, los americanos de la clase Ford). Lo del resto del mundo son nav�os de cubierta plana y tama�o medio, muchos de ellos reliquias de la Guerra Fr�a que en algunos casos ni siquiera abandonan el atracadero en el que languidecen desde hace a�os.

    Siendo generosos se pueden contar treinta y cinco portaaviones en activo en el mundo. Diecinueve de ellos son americanos (diez de la clase Nimitz).

    China tiene uno, una reliquia rusa que fue comprada por un millonario chino con

    la intenci�n de convertirlo en un casino. El portaaviones, llamado ahora Liaoning, acab� en las manos del Gobierno chino y desde 2012 es el estandarte de su peque�a flota. El Liaoning desplaza sesenta mil toneladas, aproximadamente la mitad que un portaaviones de la clase Nimitz. China construye en estos momentos su segundo portaaviones, de dise�o cien por cien nativo, y aunque los detalles se mantienen en secreto es pr�cticamente seguro que su tama�o y capacidades ser�n muy inferiores a las de los portaaviones americanos.

    Rusia tiene un portaaviones, el Kuztnesov, de sesenta y cinco mil toneladas. El

    Kuztnesov, hermano del Liaoning chino, es conocido por su tendencia a averiarse

    con asombrosa regularidad.

    El Reino Unido no tiene ning�n portaaviones en activo, pero s� dos en construcci�n: el Queen Elizabeth y el Prince of Wales. Se prev� que est�n operativos en 2020 y 2022, respectivamente.

    Francia tiene uno, el Charles de Gaulle. El Charles de Gaulle es peque�o (apenas cuarenta y tres mil toneladas) pero tiene la particularidad de ser el �nico portaaviones no americano del mundo propulsado con energ�a nuclear. Un detalle no precisamente menor: un portaaviones nuclear tiene una autonom�a casi

    ilimitada. En teor�a, un portaaviones de este tipo podr�a navegar durante veinticinco a�os sin tocar tierra en ning�n momento. La vida �til de un portaaviones es de aproximadamente cincuenta a�os.

    India tiene dos portaaviones peque�os heredados (uno de los brit�nicos y otro de los rusos) y est� construyendo el primero cien por cien nacional. Aunque su enemigo natural es Pakist�n, es bastante m�s probable que la pr�xima gran guerra del futuro sea la que enfrente a la India (y sus aliados) con China (y los suyos).

    Jap�n tiene tres portaaviones ligeros, aunque ellos no los llaman as� sino �destructores de helic�pteros� porque el art�culo 9 de su Constituci�n proh�be expresamente la resoluci�n de disputas internacionales por medio de la guerra (aunque s� permite las operaciones y la construcci�n de maquinaria b�lica con fines estrictamente defensivos).

    Australia tiene dos peque�os portaaviones, el HMAS Canberra y el HMAS Adelaide,

    basados en el Juan Carlos I espa�ol y cuyos cascos han sido fabricados en nuestro pa�s.

    Italia tiene dos min�sculos portaaviones. El Cavour desplaza veintisiete mil toneladas y el Giuseppe Garibaldi, poco menos de catorce mil.

    Corea del Sur, Brasil, Espa�a y Tailandia tienen uno cada uno. Son nav�os que quiz� habr�an resultado amenazadores en 1940. En un hipot�tico conflicto b�lico

    moderno contra una potencial militar seria, la principal preocupaci�n de sus capitanes ser�a evitar que los hundieran.

    Pero �tienen alg�n sentido los portaaviones en 2016?

    Es el debate militar de moda. Un portaaviones es una m�quina absurdamente cara.

    El coste aproximado de una unidad es de unos catorce mil millones de d�lares y el del mantenimiento del grupo de ataque, de m�s seis millones de d�lares diarios. Un portaaviones, adem�s, alberga una poblaci�n de entre tres y cinco mil almas con su propia econom�a interna. Desde todos los puntos de vista posibles, un portaaviones es una peque�a ciudad aut�noma: un pedazo de soberan�a nacional en mares ajenos.

    Pero en el pecado va la penitencia. Un portaaviones americano hundido junto con

    alguno de sus buques escolta provocar�a en un solo d�a el diez por ciento de las v�ctimas de la guerra de Vietnam. Al coste en vidas se a�adir�a uno a�n m�s

    importante: el de la moral. Porque los portaaviones son tanto poder efectivo como emblemas de poder. Cinco mil soldados muertos en tierra son una columna en

    un gr�fico pero un portaaviones hundido es un meme.

    Los portaaviones, adem�s, violan uno de los principios b�sicos de la guerra: nunca arriesgues un elemento que no puedas permitirte perder. La biblia de los antiportaaviones es este paper del excapit�n de la Marina americana Henry J. Hendrix. Seg�n Hendrix, los portaaviones modernos son una �fuerza evolucionada�

    pero no una �fuerza revolucionaria�. Sus argumentos no son tanto militares como

    econ�micos porque en t�rminos militares la efectividad y la eficacia de un determinado elemento de combate se mide en relaci�n a su coste. �Qu� puede causarle m�s da�o al enemigo, veintiocho bombarderos invisibles de quinientos millones de d�lares o un portaaviones de catorce mil millones?

    Es pr�cticamente seguro que en una hipot�tica guerra naval entre los EE. UU. y una potencia militar como China los portaaviones americanos ser�an considerados

    un objetivo prioritario. Un solo portaaviones hundido supondr�a una p�rdida del

    diez por ciento de la fuerza a�rea naval de los EE. UU.: un aut�ntico desastre.

    Los americanos no pierden un portaaviones desde el hundimiento del Hornet en 1942 y los chinos est�n ampliando gradualmente el radio de alcance de sus misiles y mejorando sus sistemas de guiado para empujar a la Navy lejos de su zona de influencia. Alejar los portaaviones americanos de las costas chinas permitir�a protegerlos de los misiles chinos pero tambi�n situar�a al ej�rcito de la Rep�blica Popular fuera del radio de acci�n de los aviones estadounidenses. �Qu� sentido tiene entonces una flota de portaaviones como la americana?

    Hendrix propone una triple opci�n alternativa a los portaaviones: los drones, los submarinos y los misiles de precisi�n de largo alcance.

    Pero ese punto de vista, el de Hendrix, es el de los llamados �futuristas tecnol�gicos�. Los futuristas tecnol�gicos imaginan una superpotencia militar y

    econ�mica capaz de responder a todas y cada de las capacidades del ej�rcito americano con un arma tecnol�gicamente superior. Los futuristas, en resumen, atribuyen al enemigo toda la capacidad tecnol�gica �revolucionaria� que le niegan a los EE. UU. y especulan sobre armas que de momento son solo bocetos en

    el laboratorio de algunas empresas de defensa.

    En realidad, un portaaviones es una m�quina extraordinariamente dif�cil de hundir. La primera dificultad consiste en detectarlo. En los oc�anos hay mucha agua y encontrar un portaaviones no es tarea f�cil ni siquiera para los sat�lites modernos. Para encontrar algo en este planeta hay que saber d�nde mirar. Solo hace falta recordar que a�n no se ha encontrado casi ning�n resto del vuelo MH370 de Malaysia Airlines desaparecido en alg�n punto indeterminado entre Australia y �frica hace dos a�os. A�adamos a ello la dificultad de encontrar algo que no quiere ser encontrado, que no sigue patrones fijos de movimiento y que cuenta con recursos para pasar desapercibido.

    La segunda dificultad consiste en superar el escudo de defensa del grupo de combate que acompa�a al portaaviones. Los chinos no disponen todav�a de la tecnolog�a necesaria para evitar el sistema de defensa a�rea Aegis que transportan los cruceros y los destructores americanos y el �nico pa�s que cuenta de momento con misiles bal�sticos antibuque (jam�s testados en combate) es Rusia. Para hundir un portaaviones, adem�s, hay que situarlo en tu radio de alcance y eso te sit�a a ti mismo en su radio de alcance.

    La tercera dificultad es la de la propia dureza de un portaaviones. No existe misil o torpedo capaz de hundir por s� solo un portaaviones. A lo m�ximo que puede aspirarse es a incapacitarlo temporalmente. Y eso contando con varios impactos simult�neos. Los nav�os de guerra cuentan con compartimentos estancos que minimizan los da�os provocados por los impactos de proyectiles y con blindajes capaces de resistir explosiones que partir�an f�cilmente en dos cualquier barco civil por grande y pesado que fuera este (los torpedos no alcanzan su m�xima eficacia cuando impactan lateralmente contra el casco del barco sino cuando explotan bajo la quilla porque su onda expansiva levanta el nav�o y puede llegar a partirlo por la mitad).

    El debate, en cualquier caso, est� abierto. La probabilidad de que estalle una guerra naval entre dos potencias militares con una flota de portaaviones en n�mina es muy baja y por ello no ser�a razonable apostar a favor de la obsolescencia a corto o medio plazo de este tipo de nav�os de guerra. Alg�n d�a, eso s�, desaparecer�n sustituidos por armas o buques m�s baratos, m�s peque�os, m�s r�pidos y m�s letales. Es incluso probable que nunca se construya

    nada m�s grande que ellos. Como los dinosaurios del reino militar, los portaaviones ser�n las mayores m�quinas de guerra jam�s construidas por el hombre.

    Hasta la construcci�n del primer Destructor Imperial, claro.


    [1]http://www.jotdown.es/2016/05/90-000-toneladas-diplomacia-una-breve-introduc

    cion-los-portaaviones-del-siglo-xxi/

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